La quiropráctica tiene fama de resultar eficaz frente a dolores de espalda, pero su enfoque es mucho más amplio. Al alinear la columna, elimina bloqueos del sistema nervioso y ayuda a restablecer la salud.

La mayoría de personas solo se preocupan por la salud de la columna vertebral cuando sufren los primeros dolores de espalda. Sin embargo, la columna vertebral cumple con una función tan importante o más que la de sostener el cuerpo y conectar sus mitades inferior y superior ayudándose de los músculos del tronco. Por ella circula toda la información que el cerebro necesita enviar y recibir para que el organismo pueda funcionar correctamente.
Desde los latidos del corazón a respirar, caminar o digerir: cualquier función vital, cualquier reacción química y cualquier movimiento consciente o inconsciente, por mínimos que sean, precisan de los impulsos nerviosos que viajan por la médula espinal, alojada en la columna. Mantener la sana y flexible ayuda, por supuesto, a evitar dolores de espalda. Pero también, y sobre todo, puede favorecer el equilibrio del sistema nervioso y potenciar la salud.
Una vértebra desplazada
En este papel crucial de la columna vertebral se basa el trabajo de la quiropráctica, desarrollada a finales del siglo xix por Daniel David Palmer, un terapeuta canadiense. A diferencia de otras terapias manuales, la quiropráctica no masajea los tejidos para eliminar tensiones. Se centra en corregir la posición de las vér- tebras para que el sistema nervioso pueda acometer su labor sin interferencias.
Palmer empezó a estudiar la influencia de las vértebras en la salud tras comprobar que la sordera de su asistente, que llevaba 17 años sin oír, se debía a que tenía una vértebra cervical desplazada. Al presionar sobre el bulto que sobresalía en la nuca, le devolvió el oído al instante. Siguió investigando y concluyó que un gran número de problemas de salud podían deberse a este tipo de desplazamientos a los que llamó «subluxaciones» y que una mano bien entrenada podía corregir con presiones suaves y precisas.
Hoy la quiropráctica se enseña en universidades de una quincena países, en una carrera que suele durar entre 5 y 7 años. En algunos de ellos, como Estados Unidos, los servicios quiroprácticos incluso se ofrecen dentro de los sistemas nacionales de salud pública y privada.
La inteligencia del cuerpo
«El cuerpo está hecho para estar sano», explica Aaron Morris, quiropráctico con consulta en Barcelona y titulado en California como «doctor of chiropractic». «Cuando no hay interferencias en el sistema nervioso, la inteligencia innata del cuerpo, la fuerza que regula las funciones inconscientes y nos mantiene vivos, puede expresarse óptimamente. Esto genera vitalidad y nos permite vivir con el máximo de nuestro potencial».
Al producirse una subluxación, la comunicación entre el cerebro y el cuerpo deja de ser fluida y pueden aparecer problemas: desde dolores de cabeza o espalda a molestias digestivas o asma. «La columna funciona como una manguera– aclara Morris–. Si abrimos el grifo del cerebro y el agua fluye sin obstáculos, las plantas de jardín se regarán, pero si se deja el grifo medio cerrado o se forma un nudo en la manguera, el agua no llegará adonde tiene que llegar: órganos, glándulas y tejidos no recibirán del cerebro la información que necesitan para poder funcionar con normalidad.»
El ajuste quiropráctico
Las presiones que se aplican para corregir la subluxación reciben el nombre de «ajustes». Se suelen ejecutar con las manos pero a veces se usan instrumentos como cuñas, camillas de piezas móviles o un percutor llamado «activador» que ejerce una única presión rápida y precisa.
El trabajo se centra en la columna porque de ese modo tiene un mayor impacto en el sistema nervioso, aunque algunos quiroprácticos también pueden corregir desórdenes músculo-esqueléticos que se producen en las extremidades.

Primera visita
Antes de practicar cualquier ajuste, el quiropráctico somete al paciente a una serie de pruebas. Tras recopilar su historial, le palpa la columna vértebra por vértebra para comprobar el estado de los tejidos e identificar subluxaciones. También realiza pruebas de equilibrio y postura, observa si pone más peso a un lado u otro, si el cuerpo se inclina hacia delante o hacia atrás, o si hombros y caderas están alineados. Una electromiografía de superficie, que se efectúa colocando electrodos a ambos lados de la columna a diferentes alturas, le permite medir la tensión de los músculos y precisar el grado de desequilibrio.
Con los resultados en la mano prepara un informe y recomienda un programa que puede incluir una o varias sesiones por semana, según el caso. En las primeras sesiones se suele trabajar la zona más alta de la columna y después se va bajando. Cada cierto número de sesiones, se hace una revisión para ver el avance.
Los ajustes resultan indoloros y a veces provocan efectos inmediatos –reacciones emocionales, alivio de un dolor o sensación de descanso–, aunque lo habitual es que los efectos se vayan notando con el paso de los días y las sesiones. Si al realizar el ajuste se oye un chasquido, no hay que preocuparse. Son gases disueltos en el líquido sinovial que hacen ruido al modificarse la presión entre las vértebras.
Un cuidado global
Los quiroprácticos aconsejan no esperar a tener molestias para chequearse la columna, pues las subluxaciones no suelen dar síntomas al principio y, cuanto más tiempo pasa, más cuesta corregirlas. La frecuencia con la que luego se reciban ajustes depende de cada caso y, si uno quiere, puede seguir haciéndolo toda la vida como cuidado preventivo, como quien va a nadar o practica meditación.
En las sesiones se realizan solo los ajustes necesarios para que los cambios se vayan integrando gradualmente, y entre una sesión y otra no se dejan pasar muchos días, sobre todo al inicio, para consolidar el avance. «Las correcciones requieren tiempo para afianzarse y también repeticiones, pues si la subluxación es antigua o se debe a hábitos que no se han modificado, la vértebra tiende a regresar a su posición desplazada», explica Morris. El precio medio por sesión se sitúa entre los 30 y 40 euros.
La quiropráctica obtiene muy buenos resultados en dolores de cabeza, lumbago y hernias discales. No obstante, aunque se apuntan muchas otras dolencias para las que resulta útil, los ajustes no se dirigen a tratar enfermedades ni dolores concretos sino tan solo a corregir subluxaciones a fin de que el cuerpo haga el resto. «Si alguien acude a la consulta con una hernia discal, la mayoría de las veces mejora e incluso evita la cirugía, pero no se le trata la hernia discal directamente. El cuidado es global y los beneficios, más amplios. Se gana calidad de vida y muchas veces se solucionan problemas que no se esperaba arreglar», señala Morris.
Exigir formación
Solo quienes cursan estudios de quiropráctica reconocidos internacionalmente reciben el título de «doctores en quiropráctica». En España la profesión aún no está regulada oficialmente, pero Madrid y Barcelona ofrecen ya estudios superiores de cinco años. Dado que por la columna vertebral pasan nervios vitales, la Asociación Española de Quiropráctica (www.quiropracticaaeq.com) insiste en la importancia de ponerse siempre en manos de profesionales cualificados.
Autora: Mayra Paterson Sesión con Aaron Morris, quiropráctico (www.puntvitalquiropractic.com)